
Ha sido solo una sensación, como un "dejá vu"; se me han ido los ojos hacia ella cuando ha cerrado la botella.
Ese sonido, esas manos diferentes girando el tapón como hace siete años hacía su hermano. En realidad todo lo mismo: volvía a ser.
El mismo ruidillo dulce. La misma sensación de calor, de ternura, de pequeñez en un acto tan simple como ver a mi hijo/a cerrando una triste botella de plástico ya vacía de agua.
Caray, como son las cosas, ¡cuanto cariño idéntico!.