Mi libro de verano: CHIQUITA (I)
Tenía preparado este libro para mis vacaciones desde el mes de abril: es voluminoso y me hubiese eternizado con él si lo comienzo en otro momento.
CHIQUITA, escrita por el cubano Antonio Orlando Rodríguez, cuenta la vida de Espiridiona Cenda, una mujer cubana "liliputiense" (solo alcanzó las veintiséis pulgadas, unos 66 cm. de altura) nacida a mediados del siglo XIX y que se convirtió en una afamada artista de vaudeville.
De la mano de Chiquita y su biografía (más o menos fabulada por la protagonista y por su "escribiente oficial", y a la que el propio Antonio Orlando Rodríguez, que es quien recoge finalmente lo sucedido, va poniendo algún que otro obligado freno en aras de un mínimo rigor histórico) el lector pasea por los principales acontecimientos de aquella época: desde la independencia de Cuba hasta el inicio de la primera guerra mundial.
Aunque ese paseo histórico es en sí un atractivo, confieso que el verdadero motivo que me llevó a leer este libro fue conocer en qué términos se trataba a su protagonista en relación a su discapacidad y la verdad es que me parece que la novela no habla precisamente de eso por mucho que en su contraportada se incluya la manida frase: "La grandeza no tiene tamaño". (¡Claro que no jolín, que tontería!).
Resulta esperanzador constatar que alguien con las limitaciones de esta mujer (parecidas, que no iguales, a las de mi hija) fuese capaz, ya en aquella época, de vivir de la forma que quiso y llegar incluso a alcanzar un notable éxito social y profesional pero no me puede pasar por alto que en varios momentos del libro se hacen alusiones muy claras al hecho de que Espiridiona Cenda no era una "enana" sino una mujer pequeña pero "maravillosamente proporcionada". Vamos, que de alguna forma parece establecerse una línea divisoria muy clara entre la gente con acondroplasia, considerada deforme y por ello despreciable, y estas otras personas que simplemente son extremadamente pequeñas.
Si soy sincera la comparación no me ha ofendido exceso: sé que es y ha sido siempre así y el hecho de que el libro tome clara nota de ello solo confirma la evidencia. Probablemente, incluso hoy, la gente como mi hija no está tan mal vista por su estatura como por la circunstancia, al parecer imperdonable, de su desproporción. Qué cosas.
Aun así está claro que una gran parte del éxito de aquella Chiquita estuvo en lo curioso de su tamaño y que ella supo sacar partido de su diferencia. Se me ocurre pensar que igual consiguió, a fuerza de ser vista aquí y allá, que la gente dejara de pensar únicamente en su aspecto...pero bueno, mejor dejarlo. Pecaría de ilusa, supongo.
No tomo pues, mas allá de la coincidencia que supone su talla baja, la experiencia de esta mujer como ejemplo real para la vida de las personas como mi hija en este momento. Desde luego sería absurdo aunque he de reconocer que hay un pasaje concreto que me ha llevado a reflexionar sobre mi experiencia personal al respecto pero, permitidme, hablaré de él en otra entrega para no alargar el post. De momento yo diría que la historia de Chiquita solo debería tomarse como un caso de tesón, de ganas de dirigir la vida de uno sea como sea. De motivación para esforzarse por superar las barreras que muchos tienen de frente y allí sí le puedo tomar la palabra, pero nada más.
Con todo reconozco que el libro me ha gustado; definitivamente ha sido una buena elección para estos días.
Siempre he sentido una especial atracción por la literatura sudamericana: ese aire surrealista, un poco mágico, con que muchos de sus autores despliegan sus relatos me encanta y aquí Antonio Orlando Rodríguez no me ha decepcionado.
He disfrutado, especialmente, con los giros "cubanos" que el autor pone en boca de Cándido Olazábal, "biógrafo oficial" de Chiquita y no puedo evitar sonreír ante esa cierta magia con que se envuelven, a propósito, determinados acontecimientos.
Me queda pues un buen gusto de la novela. Extensa pero entretenida diría yo. No entro a valorar su calidad literaria porque no me siento capacitada pero, desde luego, ha merecido la pena pasear por esas más de quinientas páginas y sumergirse en un mundo ya pasado pero, si lo piensas, no tan lejos.
Otro día os cuento el resto.
6 comentarios
Paula R -
E -
Ahora después de leerte a ti me entran las dudas y las ganas de leerlo.
Voy a pasarle este post a Lara, a ver qué dice.
kisses,
M
Lamia -
Inde -
Todo-a-un-leru -
Yo no veo tan descabellado eso que dices de que quizá esta mujer encontró en darse a conocer una forma de ser valorada por otras cosas, quizá de hacer algo que de otro modo no le hubieran permitido hacer. Viéndolo en su contexto histórico, quizá sí sea cierto eso que dices...
A mí también me encanta ese toque mágico de la literatura sudamericana, y los libros que te van contando la Historia mientras los lees.
Besos.
Rosa.
Ybris -
Es natural que lo veas desde tu experiencia y que te haga pensar esa proporcionalidad o desproporcionalidad.
Pero la realidad es que lo importante en que en medio de todas las limitaciones que existen se consiga todo lo mejor para los afectados.
En el caso de Ainhoa está claro que va camino de una integración envidiable y que seguro que al final logrará aprovechar todas sus posibilidades.
Desde luego tiene suerte de la familia que le ha tocado.
Besos.