Ayudas de agradecer: el piso de ALPE
El pasado día 5, mi querida Luisa Miñana publicaba en la columna que escribe periódicamente en el HERALDO DE ARAGÓN un artículo titulado FRAGILIDAD.
Hablaba en él de la importancia del apoyo social a los individuos, las familias, que se ven obligadas a lidiar con los múltiples inconvenientes que supone la vida en el entorno de la diversidad funcional y del trabajo que ha costado conseguir que los Servicios Sociales coordinen y atiendan (aunque todavía de forma insuficiente) esas necesidades. Concluye Luisa el artículo diciendo algo que parece hemos olvidado: “..fue el cuidado mutuo la razón primera, contradicha tantísimas veces, para agruparnos en sociedad y vivir juntos. Todos”.
Leí el artículo volviendo a Zaragoza después de pasar una semana en Málaga: el día 30 de octubre Ainhoa se sometió a una intervención allí para colocarle los fijadores que nos van a permitir elongar sus húmeros.
Los Servicios Sociales de mi CCAA nos ayudan, si, en esta situación; tenemos autorizada la intervención fuera de Aragón y nos compensan parte de los gastos de desplazamiento y estancia del enfermo y un acompañante (si aquel es menor de edad o precisa cuidador) mientras dure el ingreso hospitalario. Menos mal.
En nuestro caso, elongaciones óseas, se da la circunstancia de que el ingreso hospitalario sólo es el comienzo del proceso.Tras la intervención en la que se colocan los fijadores hay que comenzar la dolorosa distracción de los huesos y paralelamente un trabajo de fisioterapia específico. A menudo resulta recomendable por ello permanecer un tiempo más cerca del equipo médico (pero no hospitalizados) y ahí empieza el problema.
Creo que no hace falta que aclare lo que supone trasladar una familia a 835 km. y funcionar tan lejos de casa con un miembro ingresado en el hospital y necesitado de una atención total. Imagino también que quien lea esto conoce, al menos de oídas, los sillones para acompañantes con que los hospitales públicos nos obsequian para dormir mientras atendemos al hospitalizado. Añadan a esto la necesidad de tener que permanecer tan lejos de casa con un niño/a dolorido, con un montón de hierros en piernas o brazos, totalmente limitado... complicado.
La Fundación Alpe ha sido siempre consciente del trastorno que supone este proceso sobre todo para las familias que vivimos lejos y por ello, desde hace casi dos años, está haciendo un importante esfuerzo económico para mantener un piso de alquiler a nuestra disposición cerca del hospital que haga todo más llevadero.
Hemos podido disfrutar de él estos días y, os aseguro, la experiencia ha sido inmejorable.
Imaginad el poder acudir a un lugar cerca del hospital a descansar un rato (y recuperar algo de sensibilidad en los riñones, ¡ay!), prepararte algo de comer (tanto día menú de hospital o comidas de restaurante), darte una ducha (los hospitales no permiten utilizar los aseos al acompañante) mientras otro miembro de la familia está con el ingresado es un relevo imprescindible que con la ayuda del piso resulta infinitamente más llevadero.
Y ya no digo cuando recibimos el alta; mirad que tranquila está Ainhoa en su "cheslong" (el piso cuenta con algunos "gadgets" precisos para nuestros niños cuando llevan fijadores) el tiempo que hemos tenido que estar allí después de salir del hospital.
El apartamento está pensado para albergar simultáneamente a dos familias (unas 6 o 7 personas cómodamente) y, eso sí claro, requiere la colaboración de todos en su mantenimiento diario (limpieza, imprevistos). En nuestro caso hemos tenido la inmensa suerte de compartirlo estos días con una familia amiga y, al alivio logístico obvio, esa coincidencia ha añadido un chute de moral impagable.
Comprenderéis entonces que no puedo por menos que agradecer aquí la ayuda que he recibido y, sobre todo, apoyar en la medida de mis posibilidades (no sólo económicamente sino con un uso adecuado) a Alpe para que lo pueda seguir manteniendo para mi familia y para todas las que vienen detrás.
Cómo “frágil” he de abrir bien los ojos para reconocer y tener en cuenta también la fragilidad de los demás y saber que, a falta de la mano de las administraciones públicas, he de ayudar a quienes desinteresadamente se esfuerzan en facilitarnos las cosas. Vamos, que me parece que ese "apoyo social" del que hablaba mi amiga ha de empezar necesariamente por nosotros mismos; por reconocer, colaborar y usar con sentido común la ayuda que se pone a nuestra disposición.
Si cada uno pone de su parte, TODOS acabaremos siendo algo menos frágiles.
Gracias ALPE.
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