Pedir ayuda
De forma sutil pero imparable, Ainhoa empieza a desarrollar los mecanismos que le ayudan a suplir los problemas derivados de la acondroplasia.
El primer signo fue curioso: la forma de ponerse en pie.
Como sus brazos no mantienen la proporción adecuada a su torso, el hecho de incorporarse resulta un problema: ha de hacer un esfuerzo mayor para levantar la cabeza (por otro lado un poco mas grande de lo normal) y superar así ese ángulo en el que la fuerza de la gravedad tiene todas las de ganar.
Por eso ella al levantarse no apoya la palma de la mano en el suelo sino los nudillos. Gana así uno o dos centímetros a lo sumo, pero es suficiente para conseguir la fuerza necesaria para ponerse en pie. La postura nos llamó la atención enseguida porque recuerda totalmente el gesto que tienen los simios cuando se desplazan, no sé si consigo explicarlo.
Desde luego esto no tiene mayor mérito: es evidente que la mayoría de los seres vivos encuentra siempre la forma de desarrollar sus propias habilidades para compensar cualquier carencia.
Tranquiliza comprobar pues que ella sigue aprendiendo a resolver los problemas, que tiene interés por ser independiente y se esfuerza en ello.
Sin embargo hay algo más en su actitud que resulta positivo, ya me lo apuntaron Julia y Graciela en alguna de las conversaciones que tuvimos respecto a su evolución: sabe pedir ayuda.
Ainhoa conoce sus limitaciones, es más consciente de ellas de lo que nos parece, y se da cuenta de que en determinados momentos necesita de forma imprescindible la ayuda de los demás. Y la pide. Sin problemas, sin sentir su orgullo herido (si; que también los niños tienen su orgullo."Yo, yo cojo..yo, yo lavo la cara, ..yo, yo como el yogur..yo, yo..").
Cuando el escalón es tan alto que no consigue vencerlo ni siquiera arrastrándose sobre él, cuando la acera no le permite tocar el suelo al sentarse porque sus piernas son cortitas, cuando considera que el taburete que tiene a mano es tan estrecho que no se ve segura utilizándolo como alzador, o cuando calcula que aun subiendo en él no va a alcanzar lo que pretende.....pide ayuda.
Me tranquiliza pensar que es posible que encuentre un buen equilibrio entre su amor propio y la prudencia imprescindible ante determinadas situaciones: la quiero valiente pero no temeraria.
Hace ya un tiempo, mi querida Patus decía en su blog que esperaba aprender a pedir: que los demás no tenían por que adivinar lo que ella necesitaba. Tenía razón, eso es muy importante.
Ainhoa muestra su capacidad para superar los obstáculos que se le presentan, quiere que la dejen intentarlo..por eso, cuando no puede, sabe perfectamente que tiene que decirlo para conseguir el apoyo que le falta. Sin riesgos.
Me doy cuenta de que yo no se pedir ayuda para mí; o al menos que no he sabido hasta ahora. Por lo visto debo pensar que soy fuerte y que puedo con todo. Que soberbia.
Ignoro por qué, en algún momento, decidí ser lo que no quiero para mi hija: imprudente. Temeraria.
9 comentarios
patri -
lamia -
Luisa -
Daniel ese tema lo lleva peor. Y es una de las cosas que entre todos estamos intentando trabajar con él.
Besitos mil.
chispis -
Entrenómadas -
Afortunadamente eso cambia y Ainoha es estupenda y lo entiende mejor que nosotr@s,(yo también soy del club del no pedir ayuda).
De todas forma coincido con comentario de Inde, tu tienes coraje y no temeridad. Coraje, algo que siempre necesitamos tod@s.
Besos
inde -
Mordisquea un poquito a esa niña de mi parte, oskey?
(Atención: ¡hoy, primer día sin lloros de Julia al llegar a la guarde! Yepppaaaa!!!)
Isabel -
Nadie tiene por qué saber qué es lo que necesitamos cada uno, no lo llevamos escrito en la cara, ya lo dicen "hablando se entiende la gente".
Besos, Inma.
M.M -
Javier López Clemente -
Salu2 Córneos y gracias por tus reflexiones.