PAN DE ORO
Desde que conocí el blog Pandeoro, y sobre todo a Luisa Miñana personalmente, andaba yo muy interesada en leerme su libro.
Lo cierto es que no dispongo de mucho tiempo para mis cosas, se me acumula la tarea espero que sepa disculparme, pero por fin hace un par de semanas lo tomé entre manos y hoy he terminado de disfrutarlo. Y digo disfrutarlo porque leerlo ha sido un verdadero placer.
Con él, Luisa me ha trasladado a la Zaragoza del siglo XVI: me ha hecho pasear por lugares muy próximos a mi vida actual como la calle San Pablo, la calle Las Armas, Jaca (tan cerca de donde ahora escribo..) pero envueltos en la atmósfera de otro tiempo, para contarme la historia del escultor italiano Pedro Milano, quien llegó a Aragón con la intención de conseguir el reconocimiento a la calidad de su trabajo que su tierra le negaba.
La vida del maestro Milano contada desde los ojos de quienes le querían y admiraban resulta conmovedora, triste quizás a pesar del sentido homenaje que cada uno de ellos le rinde en su texto y sorprendente por dejar constancia de que determinadas actitudes humanas son antiguas y, desgraciadamente, eternas.
Me ha enredado pues Luisa con los imagineros y sus gubias, los ha convertido para mí en personas de a pie, en gente de carne y hueso. Es curioso: a pesar de gustarme el arte jamás me había parado a pensar en como eran los hombres que crearon las obras que ahora admiro y, muchas veces, me conmueven. Mi ignorancia no había dejado sitio para eso.
He disfrutado no solo de la historia en sí, sino de la forma que Luisa ha elegido para contarla. La riqueza de su prosa me ha llevado varias veces a leerme párrafos en voz alta, como esta hermosa confesión que pone en boca de Tomás Berasátegui, y que invito a leer así:
"Pasado un tiempo, como había que seguir adelante, juramos no volver a mencionar la historia nunca más y enterrar el dolor. Incumplo, pues, mi promesa. La rompo muy a propósito, aunque Pedro, esté donde esté, en toda la eternidad me perdone, y lo hago porque es a veces de justicia quebrar el silencio bajo el que se pliegan las cosas que nunca se olvidan. Mi memoria las ha guardado intactas y será bueno, Luis, que en la tuya las conserves. No abrigues rencores. El rencor no deja respirar. Pero olvidar, no olvides rediós, porque el olvido nos hace pusilánimes y vuelve nuestro corazón como el pan de oro, hermosa mortaja para las mal trazadas imágenes y estorbo para aquellas en las que la mano del imaginero aún palpita"
Reconozco que he tenido que tirar de diccionario más de una vez, no estoy acostumbrada a algunos términos, pero incluso eso ha sido un placer. He anotado con lápiz cada palabra desconocida y no me he podido resistir a mi vieja costumbre de subrayar algunos párrafos.
Quedará así en mi estantería un libro de los que yo digo "trabajados", que igual a alguien no le gusta el término o el trato, pero a mi me dice mucho de lo que me ha gustado.
Gracias Luisa por esta joya, espero sinceramente que tengas otra en la recámara, y mientras llega me gustaría dejar aquí otro párrafo que, aunque duro, me ha encantado:
"Los odios, como los amores, se acrisolan a veces de golpe sin que sepamos por qué, y se quedan agarrados al borde de la garganta, listos para irrumpir contra el aire y hacer añicos en un segundo la misma vida".
Por cierto, me queda la duda (que ella sabrá resolver) de si existen realmente la silla número noventa y nueve y la ciento veinte en el coro de la Basílica del Pilar tal y como se describen al final del libro. (y si es así, que no creo, sería estupendo poder verlas.....)
("Pan de Oro" fue publicado en 2006 por Mira Editores. Dejo aquí el enlace a su ficha)
4 comentarios
Entrenomadas -
Lo recomiendo, sin duda.
M.M -
39escalones -
Y siendo de Luisa, en fin...
Un abrazo
Luisa -
¿Qué te voy a decir? Un millón de gracias por esa lectura tan detenida, tan personal, tan minuciosa y atenta que has hecho. Y tan cariñosa.
Siempre digo que lo mejor de que se pueda leer lo que uno/a escribe es lo que te cuentan de ello. Si encima lo hacen los amigos es doblemente grato (digan lo que digan). Si encima dicen cosas tan hermosas, y con tanta capacidad de comprensión, pues es una felicidad, por supuesto.
Un besote enorme.
P.D. De las sillas - y de lo que quieras- ya hablaremos (ja, ja, ja...)