Manuel y Sol. Bienestar.
Este fin de semana hemos vuelto a las manos y la ternura de Manuel y Sol.
Como ya comenté el otro día, acabar con la elongación ha supuesto un alivio inmenso para Ainhoa; ya no necesita aquellos masajes interminables en los pies, hemos dicho adiós a los calmantes, duerme prácticamente de tirón toda la noche y sonríe de nuevo casi como solía. Vamos, que estamos volviendo a nuestro mundo.
Con todo, no hemos de olvidar que continúa llevando las piernas atadas a unos fijadores y así habrá de ser hasta que consoliden los 14 cm que ha logrado con la distracción de los huesos. Esto la sigue condicionando absolutamente; todavía le falta mucho para caminar de forma autónoma (de momento trabajamos para que interiorice su nuevo centro de gravedad, solo hace breves recorridos con las paralelas), pasa sentada en su silla la mayor parte del tiempo y tiene que dormir, sí o sí, boca arriba.
La consecuencia de todo esto es que su espalda está sufriendo especialmente y la tensión de esos fijadores repercute en tobillos, rodillas, cadera hasta el punto de que, una vez terminada la elongación pura y dura, sus quejas siempre vienen de ahí.
Teníamos muy claro desde antes de comenzar el proceso que esto iba a ocurrir. La cuestión es que encontrarse con una niña de 12 años con semejante aparataje provoca en muchos profesionales un recelo que los disuade de trabajar con ella. Prudencia, lo entiendo, pero eso no nos resuelve el problema. Afortunadamente la Fundación Alpe ha puesto siempre un gran empeño en contactar con personas en el ámbito sanitario que estudien los aspectos "específicos" de la displasia en cada uno de sus ámbitos y se ofrezcan a ayudarnos. Su agenda, poco a poco, se va llenando de nombres y uno de sus mejores "fichajes" son Manuel y Sol.
No he olvidado la primera vez que los vi "en acción" durante el último congreso en Gijón, lo conté aquí, y por la experiencia que me han ido relatando familias amigas tenía muy claro que merecía la pena recorrer los 300 km. que separan Zaragoza de El Casar, en Guadalajara, en cuanto Manuel dijera que podía trabajar con ella. (Tienen allí un centro la mar de acogedor: Punto de Encuentro con el Bienestar donde reciben a quien quiera visitarles).
Aunque Ainhoa los recordaba de Gijón al principio no lo tenía muy claro; la pobre piensa que ahora todo el mundo va a hacerle daño, pero como era de esperar desde el primer momento se hicieron con ella.
Manuel utiliza técnicas de digitopuntura y con ellas va recolocando, activando y aliviando su dolorido cuerpo (columna, caderas, mandíbula ..). ¡Consigue incluso que aguante más de media hora en pie apoyada en una camilla sin una queja!. Sol le ayuda a trabajar y, para terminar la sesión, va drenando brazos y piernas, masajeando los pies para que recuperen movilidad. Una delicia por la cara que pone mi niña.
El resultado tras pasar por su trabajo exquisito, puntilloso (revisa casi vértebra a vértebra, la calibra, la observa de lejos ..) y cálido es una niña que no necesita cojines para ir en la silla de ruedas, ni más masajes en la espalda, que duerme por fin relajada y que no se ha vuelto a acordar de que tiene un coxis a 90º que se le clava al sentarse. Ah, y que sale de la consulta feliz como una perdiz, que no es poco.
Mientras esos fijadores externos sigan limitando (y sujetando) su cuerpecito, el descanso que supone cada sesión es un regalo que nos llevamos para saborear durante un tiempo. Luego, cuando ya esté libre de hierros, habrá que recuperar el movimiento correcto de las articulaciones, redirigirla un poco, pero ese será otro trabajo porque ahora toca aliviar y en eso andamos.
Así que, de momento, contando los días para volver al bienestar de sus manos.
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