Llevo un montón de días dando vueltas a la entrevista que el fin de semana pasado publicó el Semanal XL a Gilles-Éric Séralini, biólogo molecular y asesor de la UE, a propósito de los alimentos transgénicos.
Me tiene frita.
Estas son algunas de sus afirmaciones:
* “El 80% de los transgénicos se hacen para absorber un herbicida en concreto: el Roundup” (Mi marido me cuenta que ya hace años usaban el Roundup, en el campo: solo rozar levemente una planta con él bastaba para secarla de raíz. “Pensaba que ya no se usaba”, me dijo al leerlo.)
* “Estoy seguro de que los químicos están relacionados con el cáncer de pecho y la infertilidad. Ahora bien, es un efecto a largo plazo. La OMS y las autoridades esperan una epidemia y esto no funciona así”
* “La industria ha admitido que no se ha hecho ningún test sanguíneo de más de tres meses para comprobar cómo afectan los transgénicos al hombre”.
*”Los transgénicos no alimentan a los pobres sino el estómago de los cerdos”…
* ”Las semillas patentadas pertenecen a compañías que ya, hoy, no dejan sus patentes para luchar contra la malaria o el sida en los países pobres. ¿Por qué iban a cederlas para alimentarlos si no las dejan para algo que los está matando?
Séralini afirma en la entrevista que si bien no ingerimos (al menos de momento) directamente alimentos modificados genéticamente, la carne o la leche que tomamos proviene de animales alimentados con piensos que sí los incluyen “… estamos ingiriendo residuos de transgénicos” así que nos da lo mismo.
Lo mejor de todo es que todavía hay quien piensa que el etiquetado de los productos de consumo no debe incluir necesariamente información acerca de la existencia (directa o indirecta, cuidado) de este tipo de alimentos en su composición. Por lo visto no tenemos derecho a elegir lo que nos echamos al cuerpo…aunque nos pueda matar. Sigo sin comprender como consentimos esto y como es posible que las administraciones públicas no se pongan las pilas a fondo en un tema tan serio.
¡Ay, como nos toman el pelo!... como nos manejan.
Pienso en la cantinela esa de “no se automedique” con que nos machacan cada cierto tiempo como si fuésemos un puñado de inconscientes farmacias ambulantes cuando resulta que cualquier ganado es tratado con antibióticos “de forma preventiva” o, al menos, así ha sido durante muuuuucho tiempo. Cualquiera acaba siendo inmune ¿no?
¿En qué quedan entonces nuestros esfuerzos por alimentarnos de forma sana? ¿para qué tanta pirámide alimentaria, tanto rollo con que los niños están gordos…tanto batido anti-colesterol?…¡anda ya!.
El negocio o la vida. Que crudo.
No debería permitirse esto, bajo ninguna circunstancia. Ahora que esta crisis parece que nos está ayudando a revisar algunos de nuestros patrones económicos y, digamos, vitales o éticos podríamos reservar un hueco también para pensar en cómo vigilamos lo que comemos. Para no consentir a ningun precio que nuestra salud dependa de la excelencia de un negocio En serio.
Todavía recuerdo, en plena explosión de la enfermedad de las vacas locas, a la madre de una joven muerta en el Reino Unido que lloraba ante las cámaras lamentando haber contribuido inconscientemente a la muerte de su hija:
.. Ella era la única en casa que comía ternera, era tan caro que no llegaba para todos. Pensábamos que le estábamos dando lo mejor y mire usted….ahora está muerta.
Se me ocurren pocas cosas tan dolorosas como eso.