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LaMima

Azul Ruso

Azul Ruso

Acudí a la presentación de Azul Ruso media hora antes de la convocatoria; quería hacerme pronto con el libro y saludar a su autora en persona (¡por fin!) sin el previsto agobio posterior.

Hice bien.

Patricia apareció enseguida, radiante, por la librería e inmediatamente me obsequió con el halago de reconocerme sin dar tiempo a que yo abriese la boca.

No pretendía entretenerla, no era momento, pero ella sabe como nadie sacar partido a lo breve; hubo cariño en nuestro cruce de palabras (como en la dedicatoria que dejó en mi ejemplar de su libro) y aún tuvo tiempo para contarme que el gatico de papel maché del escaparate (ese de la foto) había sido el inesperado regalo de un alumno (o alumna, no recuerdo ahora) para acompañarla en el evento. Me pareció un detalle revelador.

 

Había previsto leer Azul Ruso en la montaña, me apetecía la pausa que me suele proporcionar estar allí, pero como no todo suele salir según lo previsto (Murphy o qué) tuve que hacer mi primera lectura envuelta en el triste, aséptico y “azul” (bueno, en este caso verde rancio) marco de un hospital. Allí el libro es un universo nuevo.

Patricia escribe (y perdón por la expresión) endemoniadamente bien.

Tiene esa habilidad tan chula de decir mucho con pocas palabras; sabe explicar el color, el olor, el sabor de los sentimientos. Recorrer las cosas que miras o que pasan un instante antes de que el mundo se te venga encima (“.. Era sábado, habían dado las siete y el cielo plomizo se cargaba a ratos de una luz extraña, de fogonazos que tenían algo de descubrimiento fatal, de disparo en la boca”) poner palabras a determinados gestos mundanos (” ..Madame Chantal en persona nos abrió la puerta de su atelier, besuqueó el aire que rodeaba las mejillas de ambas y nos condujo a través de un largo corredor pintado de color oro”..) y conseguir así, siempre, colocarte en medio de una atmósfera reconocible y, sin embargo, peculiar.

Así Azul Ruso te arrastra hacia un mundo extraño donde personajes en ocasiones extravagantes resuelven sus conflictos de forma, digamos, curiosa pero que si lo piensas no hacen sino caminar como pueden, igual que los demás, por el circuito bacheado de la vida. De una cualquiera de nuestras vidas.

Desamor, trastorno, muerte, decisión, rencor, olvido….son sentimientos inherentes a la condición humana y ellos son los que salpican el libro disfrazados de magia, de excepcionalidad.

En ocasiones inquietantes, los cuentos de Patricia no te dejan frío, es imposible; llegan demasiado lejos. En mi caso el "paseo" con ellos empezó muy pronto, con el primero: Piroquinesis.

Tengo que decir no obstante que me parece el más real de todos, el más claro, el reconocible; quizás ni ella misma imaginaba cuando lo escribió la cantidad de verdades lleva dentro. Bueno, aunque seguramente, lo que ocurre es que son mis ojos los que, ya por deformación, van más allá.....  

Quien lo lea, creo, sabrá entenderlo.

7 comentarios

Mamen -

jajajaja pues si te digo que ya tengo puestas las miras en septiembre...pero no, venga pues, te digo que no, que todavía quedan los mejores meses del curso que son los primaverales con el penúltimo esfuerzo.
Otro abrazo.

laMima -

Ay no Mamen, no me austes..no me digas que el curso ya está comido a estas alturas, no puede ser ...porfa...

Mamen -

Pues leído lo que has escrito, me apetece leerlo. Gracias pues.
Los chicos con ganas de vacaciones ¿no? Nos hemos comido el curso.
Un abrazo

entrenomadas -

Qué buen texto, Inma.
Tienes razón en muchas cosas. Los relatos, las historias de Patricia no dejan frío a nadie, ni siquiera a un iceberg.

Un beso,

Marta

Elena -

.......lo siento, no puedo opinar. Lo apunto no obstante.

Inde -

Suscribo.

39escalones -

Cuando lo leí, en efecto, la primera persona de la que me acordé fuiste tú. Piazo de libro, afirmo.
Besos.